Históricamente hemos sido siempre un gran país productor y exportador uva. Y esto solo puede significar que el vino es parte de nuestro orgullo nacional. Riojas, Albariños, Ruedas, Riveras, Valdepeñas … el surtido y la variedad casi no tiene fin
España es país de vinos. De norte a sur y de este a oeste puedes encontrarte con un fabuloso mostrador de nuestra centenaria cultura vitivinícola. Y, por supuesto, como españoles orgullosos que somos, nos molestamos en estar algo puestos en lo que a vinos nacionales se refiere. El que más o el que menos sabe que los mejores tintos son los Rioja y los Rivera del Duero, que los blancos gallegos nunca fallan, que si quieres ser el rey de una fiesta compra vino andaluz y haz rebujito y que no hay mejor complemento para la Coca Cola que la avinagradísima calidad de un vino de cartón.
Pero el vino es más que parte de nuestra cultura, identidad y tradición. Es un reflejo perfecto de la edad que tenemos los españoles.
Cuando eres joven (pre 20) bebes el vino con coca cola y en vaso de mini. Es más, es cuando empiezas a interesarte por el proceso químico que acompaña a la elaboración de esta bebida y su fermentación. Concrétamente, en qué puedes hacer para que “suba” más. Por eso empiezas a experimentar con todas las leyendas urbanas que vas escuchando en el parque y le echas licor de mora, chuches, sal, lo bebes con pajita… Todo tipo de experimentos que no hacen más que estropear el sabor de algo que ya es asqueroso de por sí.
Luego pasas un tiempo separado del mundo del vino (claro, descubres los cubatas), hasta que pasados tus 25-26 años vuelves a empezar a beberlo. Pero esta vez lo haces en plan pro, con vino buenos. Y descubres que te gusta. Y que mola saber de vinos. Y aquí comienza la segunda etapa, ya como joven-adulto (26-35 años) que se caracteriza porque empiezas a invertir en vino y, sobre todo, en cosas de vino: abridores, decantadores, copas chulísimas (y carísimas), un mueble donde poner tus botellitas… Esas cosas que pasan cuando te vas a vivir solo y puedes invertir en calidad de hogar porque aun no tienes hijos.
Después de eso tenemos la tercera etapa. No tiene una edad definida, sino que empieza cuando tienes hijos. Los niños, destrozones por naturaleza, acaban con los cientos de euros que has invertido en cacharros buenos para el vino, haciendo añicos copas y decantadores (si no lo han hecho antes tus amigos borrachos). Esto te lleva a ir reponiéndolo todo (porque ahora que has descubierto el buen vino no vas a dejarlo), pero en vez de gastarte 10 euros en cada copa, te compras 24 por 4,99 en IKEA.
Cuando tus hijos ya son mayores, pasas a la etapa de ocio del vino (a partir de los 50, porque es caro). Vas a catas a aprender, te vas fines de semana a bodegas, empiezas a probar vinos de otros países ….
Es una etapa muy bonita, de consolidación como persona amante del vino. Y no tiene una edad a la que termina, sino que es una persona la que le pone fin: el médico. En un momento de tu vida, el médico te va a quitar el alcohol, incluido el vino (sí, sí, el vino es bueno y no tienen por qué quitártelo. Que se lo digan a mi abuelo). Y en ese momento (de los 75 en adelante), se te diferencia porque bebes el vino mezclado con Casera.
Y esa, amigos, es la vida de una persona contada a través del vino.